domingo, octubre 04, 2009

Dar una oportunidad

Cuando arrancamos con esto, hace ya más de 5 años, no sabía bien que es lo que quería. Aun hoy sigo sin entenderlo. Esto cuando sencillamente no pienso en desprenderme de todo y dedicar los fines de semana a algo mas normal. Igual no podría.
Supiavento no es un proyecto. Esto sería un tanto planificado, muy organizado, demasiado económicamente viable para lo que realmente es. Supiavento no tiene business case, por suerte, no lo tiene. Tampoco sponsor, project manager o key users. Tampoco un líder, no lo soy. No marco el camino, tampoco empujo. Estoy en el medio, lo sufro, lo siento. Me lleva, me empuja.
Nace de un recuerdo, o mejor dicho, de un montón de recuerdos juntos que se mezclan. De amaneceres con mi viejo en el muelle comiendo duraznos, las piernas bien abiertas para no mancharse. De atardeceres tempranos en los que había que encender los faroles de kerosene antes que cayera la noche. De noches con colchonetas y frazadas para ver las estrellas en el muelle. De camas heladas y húmedas en las cuales costaba entrar en calor. De olor a dulce de ciruela hecho en una cocina a leña. De baños infinitos en el río, el mismo que nos daba el agua que tomábamos luego de pasar por grandes filtros de terracota.
De pescar dorados, robar los primeros besos y armar escondites secretos en medio del cañaveral. De afrontar la noche cerrada yendo a buscar leña o desafiar al río cruzándolo. Ese río que Maupassant puede describir como amigable o terrorífico. Mudo testigo cuyas aguas como el tiempo se escabulle impregnada de nosotros. Ruido del viento en las casuarinas, de sudestadas y jazmines.
Pero Supiavento no es volver atrás, no es mirar el pasado. No es un museo. Aquellas cosas que mencione son parte de mi, son mi historia.
En este mundo en que no nos damos tiempo para nada, quiere ser un tiempo que se da. Que se brinda. Tiempo para uno, para los que uno quiere, para quienes la visiten. Es dar la oportunidad de sentir, de ver, de disfrutar. Darse el tiempo para crecer, para estar. Un poco de naturaleza para ensuciar los pies.
Es algo para compartir con la gente que uno quiere, que se regala uno mismo. Es una oportunidad que se brinda.





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